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sábado, 7 de diciembre de 2024

VIAJE AL ORIGEN DEL AUTISMO .-

EL PAÍS




 



 

 

 

FRANCISCO DOMÉNECH

Foto del artículo

¡Saludos! Soy Francisco Doménech y este es el boletín de Materia, la sección de ciencia de EL PAÍS. En los últimos siete días, la genética ha protagonizado nuestras noticias más destacadas, llevándonos a entender un poco más el origen del autismo y a conseguir una terapia eficaz contra una enfermedad rara. Ambos avances están liderados por científicos españoles y acaban de ser publicados en revistas de investigación de primer nivel mundial. 

El trabajo en esa terapia génica comenzó hace dos décadas y ahora, con los resultados de un ensayo clínico que demuestra su eficacia y seguridad, por fin supone una esperanza para los niños que nacen con la anemia de Fanconi, que afecta a 1 de cada 350.000 recién nacidos, provoca fallos en su desarrollo e incrementa el riesgo de cáncer. 

Casi todas las personas tenemos un mecanismo de reparación de nuestro ADN —que está constantemente sufriendo mutaciones y daños, algunos muy peligrosos—, pero esos niños no tienen nuestra suerte: la reparación no funciona debido a un problema en un solo gen. 

¿Podrían tratarse también con terapia génica los trastornos del espectro autista? 

No son algo tan raro, pues afectan a 1 de cada 100 niños. 

Pero solo en el 20% de los casos hay detrás una mutación genética relevante, y en el 80% restante de los casos no se entiende bien lo que pasa. 

El nuevo estudio conocido esta semana ha encontrado un mecanismo que podría explicarlo. 


Los investigadores están convencidos de que la clave del autismo está escrita en una secuencia de tan solo 24 de los 3.000 millones de letras que forman nuestro genoma: GCAAGGACATATGGGCGAAGGAGA.

De confirmarse, esa hipótesis abriría la puerta a tratamientos del autismo. Sería lo contrario de la eugenesia y la discriminación genética que rigen el mundo distópico de una película que, como nuestra noticia, también tiene un título construido con las letras que forman la secuencia del ADN de los seres vivos: GATTACA

Quedémonos con su estupenda banda sonora, compuesta por Michael Nyman, mientras entramos en materia. 

 

🧬🧠 Viaje al origen del autismo

 

En sus noticias sobre genética, mi compañero Manuel Ansede nunca se queda en el tópico de que el ADN es el manual de instrucciones de los seres vivos. Siempre va más allá. Esta vez, para explicar el descubrimiento científico más importante de esta semana, ha recurrido a una metáfora musical —muy a tono con la música de Nyman—, que nos lleva de la mano hasta el meollo de la nueva investigación sin necesidad de darnos una clase de biología:

 

Para entender este avance hay que retroceder al inicio de todo: el óvulo fecundado por el espermatozoide. […] Esa célula inicial se multiplicará hasta dar lugar a una persona de 30 billones de células, que serán muy diferentes pese a compartir un mismo ADN: una neurona del cerebro, un miocito del músculo, un melanocito de la piel.

La clave de esa diversidad es que el ADN es como un piano y en cada célula se toca una melodía diferente. En las neuronas, la proteína CPEB4 actúa como directora de orquesta regulando cientos de genes cruciales en el desarrollo del cerebro. Ya en 2018, los investigadores españoles descubrieron que en las personas con autismo se perdía un segmento de la proteína relacionado con esas 24 letras del ADN. Su nuevo estudio, publicado este miércoles en la revista Nature, revela el mecanismo que hace que esa ausencia provoque la desregulación de 200 genes relacionados con trastornos del espectro autista.

 

Los dos investigadores españoles que protagonizan el descubrimiento, el bioquímico Raúl Méndez y el biofísico Xavier Salvatella, confían en que pueda llevar a tratar de alguna manera el autismo. 


Como explican a Ansede, su confianza se basa en que ahora por fin entienden qué es lo que sucede en el cerebro humano si falta ese segmento de la proteína CPEB4:

 

Las células usan un código para leer los 3.000 millones de letras del ADN humano. Cada tres letras son la receta para fabricar un aminoácido, que son los componentes de las proteínas, que a su vez son las diminutas máquinas que llevan a cabo la mayor parte de las tareas en un ser humano. 

El objetivo de Méndez y Salvatella es probar, primero en ratones modificados genéticamente para simular el autismo, si la administración de los ocho aminoácidos codificados en la secuencia GCAAGGACATATGGGCGAAGGAGA es capaz de revertir el trastorno.

“No teníamos una descripción molecular de qué hacen los dichosos ocho aminoácidos que faltan en autismo”, afirma Salvatella, un investigador barcelonés de 52 años que también trabaja en el IRB Barcelona. 

El biofísico explica que las proteínas CPEB4 tienen tendencia a agregarse por centenares y formar “gotitas líquidas” dentro de las neuronas. Cuando hay una estimulación neuronal, las gotitas se rompen y liberan su contenido. 

Sin embargo, cuando faltan esos ocho aminoácidos en un número elevado de proteínas CPEB4, “esas gotitas se convierten básicamente en sólidos” que no funcionan correctamente, lo que desencadena la desregulación de los 200 genes asociados al autismo.

 

Y como hacemos siempre que contamos un avance científico que abre la puerta a nuevos tratamientos médicos y podría llevar nuevas esperanzas a nuestros lectores, pedimos su opinión a otros expertos en ese campo de la ciencia y que no han participado en la investigación recién publicada:



“Es un estudio muy relevante, porque aclara las bases moleculares de los trastornos del espectro autista e identifica posibles enfoques terapéuticos”, opina Ana Kostic, directora de Descubrimiento y Desarrollo de Medicamentos en el Centro Seaver de Investigación y Tratamiento del Autismo, en Nueva York. “Podemos imaginar que la manipulación de este fragmento de 24 letras podría conducir a una mejora en los síntomas asociados con los trastornos de espectro autista de origen desconocido, pero estas hipótesis deberán validarse en modelos preclínicos [células, animales de experimentación] y luego probarse en ensayos clínicos en humanos. Es difícil predecir el grado de beneficio en diferentes grupos de edad, pero es posible que este enfoque pueda conducir a una mejora incluso en personas adultas con un trastorno del espectro autista”, señala Kostic.


EL PAÍS | Materia <elpais@newsletter.elpais.com>
Enviado: sábado, 7 de diciembre de 2024 06:34

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